Glienicke, el puente de los espías
Acabo de regresar de pasar tres semanas en Potsdam por trabajo y quiero aprovechar esta circunstancia para dedicarle un post a esta entrañable e histórica ciudad de Alemania.
Parece ser que la ciudad de Potsdam no tiene muy buena crítica en Berlín. Los berlineses dicen que sus habitantes son algo engreídos y exageradamente orgullosos de su ciudad; y otros que esta mala relación se debe a la envidia que despiertan los encantos de Potsdam, pero lo cierto es que la ciudad es muy cercana y cordial y cuenta con un patrimonio histórico impresionante.
Para los amantes del cine, Potsdam es conocida por Babelsberg, la antigua metrópoli del cine en la que se han rodado miles de películas, y que aún hoy sigue en activo. Para los amantes de historia, fue la residencia de la familia real prusiana, a la que deben el gran número de palacios y jardines; Y para los amantes de los thrillers políticos, fue escenario, durante la Guerra fría, de algún que otro intercambio de espías entre Estados Unidos y la Unión Soviética sobre el puente Glienicke; y es este último hecho el que más me llamó la atención y de ahí el tema de mi entrada de blog hoy.
El puente Glienicke actual data de 1907. Une la ciudad de Postdam y el barrio Wannsee de Berlín, capital del estado de Brandemburgo, a su paso por el río Havel y era en su tiempo una frontera con gran valor estratégico. Inicialmente se construyó en madera, luego en piedra por Schinkel en 1834. En 1945 fue destruido por los nazis y reconstruido en 1949 como el “puente de la unidad”, una paradoja que luego se topó con la Guerra fría. Hoy en día es conocido por “el puente de los espías” ya que, durante la guerra fría, fue el lugar donde se realizaban los intercambios de prisioneros y espías capturados entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Durante nuestro tour por la ciudad de Potsdam, al llegar al puente, se pueden ver muchos carteles explicativos de su historia y al cruzarlo, podréis ver la señal en el suelo, que marca el que fue el punto de división de las dos Alemanias.
De sus más de trescientos años de historia, solo tres de esos días, el puente fue escenario de intercambios de agentes secretos. La primera vez que esto sucedió, fue en 1962, cuando se intercambiaron al piloto estadounidense Francis Gary Powers y al espía de la KGB, el coronel Rudolf Ivanevich Abel.
En el año 1985, por segunda vez, tuvo lugar la mayor operación de intercambio de personas desde el final de la Segunda Guerra Mundial; un total de 27 espías fueron liberados. Cuatro agentes de los países de Europa del Este que habían sido encarcelados en Occidente y 23 espías de los servicios secretos estadounidenses que habían sido detenidos en Europa del Este.
El tercer y último intercambio de agentes conocido en el puente Glienicke se produjo en el año 1986. En esta ocasión hubo una gran cobertura mediática debido al activista de derechos humanos Anatoly Sharansky, el disidente soviético más conocido en Occidente tras el físico nuclear Andrei Sajarov. Sharansky había estado encarcelado en la Unión Soviética, acusado de espionaje, hasta ese momento de los intercambiados. La Unión Soviética quería limpiar su imagen bajo su nuevo líder Mikhail Gorbachov, liberando a Sharansky como parte de un acuerdo de intercambio.
Tres años más tarde en 1989 cayó el muro de Berlín y los ciudadanos ya podrían pasear por el puente sin las barreras ni las alambradas fronterizas.
El puente ha despertado tanta curiosidad que ha sido escenario de muchas películas de espías, entre ellas, una de las últimas de Steven Spielberg, titulada “El puente de los espías”, de 2015, en la que un abogado de Brooklyn es contratado para negociar la liberación de un piloto capturado por las fuerzas soviéticas en plena Guerra Fría, y condenado a cumplir diez años de cárcel en la Unión Soviética.
Ya tenéis otro bon motif para viajar. Si estáis pensando ir a Berlín, no dejéis de visitar la ciudad de Potsdam, a tan sólo 30 minutos en tren. Para llegar al Puente Glienicke, coged la línea 36 del tranvía que os lleva hasta allí.